Su mirada estaba vacía, como la de aquel que pierde algo muy querido.
Fría y distante, pues una vez más la habían decepcionado.
El corazón dolía y su sonrisa estaba quebrada. Fingida. Sin ganas.
Como esa sonrisa que esbozas cuando ya no te quedan ganas de nada,
pero sonríes para que nadie te pregunte. Y también, para convencerte a ti misma de que no pasa nada, aunque en el fondo sepas que sí.
