Respira hondo, todo pasará.

¡Cómo dueles!

Pensé que ya eras cosa del pasado, y sigo recordándote. 

Y tu maldita sonrisa me arrasa, se apodera de mi.

Y sin más, me consumes, como esa vela que solía encender para que no se apagase la esperanza.

Me encantaría gritar todo lo que pienso.

Hablar las cosas.

Pero decidí ahogarme con mis palabras para no sufrir más.

Ahora, te tengo delante y mis manos tiemblan.

Y vuelven todas esas cosas, todos esos sentimientos. 

Pero debo hacer como si no pasara nada, ser fuerte y dejarte ir.

Porque nunca fuiste mío, y nunca hubo un nosotros.